Yo pensaba también que algunas cosas le sucedían sólo a otras personas, pero nos puede suceder a cualquiera y a mí me dejó al borde de la muerte un accidente sin previo aviso. Me salvó el SAMUR y desperté en una U.C.I inmóvil, colgada de tubos, dos de ellos saliendo de mis costillas y otro ocupando mi boca de forma que no podía hablar. Tenía el cuerpo paralizado por los traumatismos y el alma paralizada por el miedo. El inmenso dolor y la debilidad no me permitieron muchas reflexiones la verdad, pero a medida que me iba alejando muy poco a poco de aquella enorme sombra que parecía el final, empecé a darme cuenta de que de alguna forma había vuelto a nacer.
En el tiempo de mi dura recuperación, empecé a tomar conciencia de que muy pocas cosas importan de verdad y tomé la determinación de empezar a disfrutarlas intensamente, de desprenderme del resto. No podría describir la inmensa felicidad de abrazar a mis hijos después de esta experiencia, sólo puedo deciros que hoy valoro todo mucho más.
Cada día que amanecemos es un regalo para vivir lo importante, distinguir aquello que nos merece la pena y priorizarlo, es un ejercicio de libertad personal que nadie nos puede quitar. Acompañar a nuestros hijos o a nuestra pareja en el viaje de la vida, hacer cosas por los demás, transportarnos a través de una lectura, sentir la emoción de una música, sintonizar con una sonrisa, descansar… podemos elegir nuestro equipaje, podemos elegir entre quedarnos entre el miedo y el dolor o recrearnos en la posibilidades que aún tenemos.
Es verdad que hay situaciones que no se pueden elegir, momentos duros que parece que no terminan, pero si estamos atentos siempre hay un espacio para recuperar el aliento y tomar conciencia del lugar que ocupan en el fluir de la vida. Muchas veces son precisamente necesarios para que aprendamos a apreciar aquello que verdaderamente merece la pena y aprendamos a vivir mejor en adelante.
Y a los profesionales sanitarios, médicos, enfermeras, auxiliares, fisioterapeutas, celadores… puedo aseguraros que vuestro trato humano y vuestra cercanía es muchas veces una valiosa medicina, que aunque supongo que no es fácil atender a cada persona como única que es, cuando lo podéis hacerlo encendéis una luz que nos ayuda a ver mejor todo lo bueno e incluso a generar recursos propios para recuperar la salud.
No lo olvidéis, gracias.