Buenas tardes, soy enfermera y me llamo Isabel. Hace unos días que me hablaron de este blog y hoy me decido a escribiros… la verdad hoy necesito un desahogo.
Los profesionales ya tenemos muchos blog con información para prevenir y curar enfermedades o para mejorar nuestro conocimiento en administrar cuidados, pero no conozco otro para compartir las emociones o las vivencias, que también suceden durante la asistencia sanitaria. Por eso, aunque tengo que decir que ha estado un poco insistente, también es una forma de dar las gracias a la compañera que nos ha ofrecido escribir en éste.
La mañana ha sido agotadora, uno de los días con más niños ingresados con bronquiolitis en lo que va de temporada y no hemos parado. Pero hay algo que me pesa todavía esta tarde y es la sensación de impotencia por no haber podido hacer más: por no haber tenido tiempo suficiente para escuchar a esos padres y aliviar con mi cercanía su angustia… hay que aceptarlo pero no me termino de acostumbrar.
Me parece que en estos meses se habla mucho de humanización, como si tener en cuenta que en la asistencia tratamos a seres humanos fuera una moda y no es así, creo que casi todos los que nos dedicamos a esto lo tenemos muy presente, pero nosotros también lo somos y no siempre estamos en las mejores condiciones para dar lo mejor. Hay una rutina necesaria cuando el tiempo apremia, el cansancio no te permite ni siquiera sonreír y no puedes perder la concentración. Yo tengo un secreto para no descuidar el trato humano y consiste en convertir en rutina mis mejores costumbres, como la de llamar a cada niño por su nombre cuando me dirijo a él. No os imagináis lo mucho que significa este sencillo gesto para ellos o para sus padres, lo veo en sus ojos como respuesta.
Este pensamiento me devuelve al hilo conductor que me llevó a ser enfermera, para mi uno de los gestos más humanos donde los haya, el de querer dedicarme a ayudar a los demás cuando la enfermedad los hace vulnerables. Ahora me parezco más a ese picaflor del cuento de la última página, que conoce su pequeñez pero todavía tiene la intención de seguir poniendo de su parte a su nivel.
La enfermedad en ocasiones viene a ser como un incendio en el bosque de la vida, a veces lo podemos prevenir y otras muchas veces lo podemos apagar, siempre poniendo cada uno de su parte lo que pueda. Todos hemos tenido contacto con ella o lo tendremos de una u otra forma, por lo que me parece una buena idea hablar de nuestras experiencias en este sentido con naturalidad y desde aquí animo a otras personas a compartir también las suyas, como pacientes o como profesionales.