Hoy empieza un nuevo día, en este tiempo marcado por la enfermedad en el calendario de mi vida. Hay cosas que no se pueden elegir, pero cuesta aceptar.
Empieza con otra madrugada de ambulancia, forzada y fría como fue la noticia de que esta nueva forma de vivir será para muchos años, suponiendo que tarde en empeorar. Hoy me siento débil, será el frio… demasiado frágil para pensar… hemos llegado.
Nos han “descargado” en la entrada del Hospital y llevamos veinte minutos esperando a entrar en la Sala de Diálisis, en estos sillones metálicos, un día más.
Miramos hacia la puerta para ver si ya está todo preparado, impacientes por entrar para salir cuanto antes, deseosos de saber quién está… porque algunas enfermeras nos alegran la vida con su sonrisa, nos llaman por nuestro nombre y nos reciben con una amabilidad que nos ayuda a superar tantos miedos, a pasar mejor el rato.
Si, muchos tenemos miedo a que algo salga mal, a que nos duela el pinchazo… pero se nota que estamos en buenas manos, que los médicos, enfermeras y auxiliares que nos atienden se forman a conciencia para que todo vaya bien, menos mal. Nos tratan con humanidad y se concentran en cada detalle como si nos fuera la vida en ello.
Menos mal porque nosotros no siempre somos pacientes, somos personas que necesitan atención sanitaria pero también necesitamos aliento para superar tantas cosas. Hoy tengo confianza y descanso en la idea de que atendidos por buenos profesionales todo irá bien.